...No te preocupes cielo, no se lo diré a nadie. Además no eres el único que tiene esas transiciones momentáneas de tiempo; verás te cuento algo entre tu y yo, hace muchos, muchos años, tendría yo unos 9 o 10 años más o menos, cuando empezó mi fascinación por los caballos, siempre pensé que cuando me muriera renacería en caballo, es un animal tan robusto, seguro, pasional y tan inteligente... Lo primero que empecé a dibujar fueron caballos, esas sombras generaban fuerza y temple, era como acariciar su piel tan lisa, tan tupida, era un placer...
Pues hace unos días, volví a sacar mis carbones, difuminos y mi papel gvarro y empece a bocetar, mi idea era otra muy, muy diferente al resultado, pero necesitaba exteriorizar cosas que tenía por dentro y surgió así... pero estaba tan, tan alejada del mundo a mí alrededor, que me metí completamente en el dibujo. Y sí, tú lo has captado, mis dibujos llevan "libertad", son expresiones, sensaciones, emociones... Me siento libre haciendo lo que me gusta...
Me sentía tan agusto trazando que creo me convertí en tiznón de carbón. Tras tener varias curvas trazadas, sin pensarlo empecé a esparcir las líneas para dar aspecto a algo de lo que no era consciente, pero conocía...
Recordaba sus manos, su tacto, sus dedos subiendo por mi cintura hasta bordearme los pechos; nunca se lo pregunté pero creo que él sabía que mis pechos estaban duros desde que me subió a lomos de “Viento”. Era un caballo espléndido, no era berberón-arabe ni era un andaluz de sangre pura, pero tenía una cabalgadura impresionante, con pose majestuosa, era precioso, negro azulado, brillante... una maravilla... me enamoré de “Viento” cuando lo parió “Tempestad”... Y Sergio lo sabía, creo, por lo menos sabía la pasión le procesaba. Además creo que nunca me dejó montarlo a solas por celos.
Pero esa mañana se levantó temprano y se fue a las caballerizas, yo estaba despierta en otra habitación cuando oí sus botos bajar las escaleras. Y ya que no me apetecía desayunar sola, pensé que él volvería pronto y decidí esperarle y que se despertaran los demás, pero al ver que tardaba baje a la cocina a tomar el desayuno. Miré por el ventanal y vi un cielo despejado, se podría decir como suspendido sobre un aire frío, pero agradable. Mire hacia el lado de las caballerizas, mientras sorbía un tazón de café caliente y humeante, muy cargado para ser sábado, pero me apetecía estar bien despierta... tenía la sensación de que debía que tener mis sentidos bien despiertos...
Aún estaban todos dormidos cuando decidí ir a ver que hacía Sergio, aunque sabía que los botos solo se los ponía para ir a montar... pero, algo me decía que debía ir, algo me llamaba, algo llamaba a mi cuerpo, y aunque hacia frío decidí salir solo con aquel blusón improvisado de pijama que me dejó él.
Me quede en la puerta del establo observándole, casi recreándome en lo que veía, Sergio peinaba a “Viento”, le acariciaba el lomo, la piel del animal tan brillante, tan aterciopelada, describía entre curvas brillos azules, negros, blancos... cada hondonada de su musculatura se amoldaba entre sus dedos, por momentos mi cuerpo reaccionaba entre el frío y esas manos sobre su lomo que parecían estar sobre mi piel, dibujando cada curva de mi cuerpo, mi respiración quería controlarse, así que intenté apartar mi mirada... Pero “Viento” sabía que yo estaba allí, me intuía... casi en el momento que yo decidí bajar la mirada y volverme a la casa, el giró su cabeza, mirándome. Yo, sin poder irme ante sus ojos, decidí agachar la cabeza para disimular mi estado, como si el animal fuera a decirme algo...
Pero, Sergio notó que “Viento” había cambiado su estado, ahora estaba algo nervioso o se puede decir que excitado y le acarició la crin que le caía eróticamente hacia un lado, hundiendo sus dedos entre el pelo del animal, con ternura, con serenidad. Se dio cuenta de que “Viento” observaba algo y Sergio siguió la mirada del animal hacía donde yo me encontraba...
Me miró, sonrió, pero lo hizo como conociendo la excitación que mi cuerpo sentía en ese momento, y siguió cepillando a “Viento”. A los cinco minutos vuelto de espaldas a mi dijo: “vas a coger frío yendo así, detrás del gabán hay unos pantalones, voy a dar una vuelta con él, ¿te vienes?”...
Yo sin decir nada me acerqué ha donde estaban los aparejos y cogí los pantalones... Pero él sin mirarme, seguía con “Viento”, le colocó la guarnicionería, le cubrió el lomo con una manta sobria azul verdosa, y le colocó la albarda calada en blanco con cueros volteados, cantinas, pecho pretal, cincho forrado con borrega, sarape, cabezadas, cuarta, y poco a poco fue ensamblando correones.
Abrió el portón que le separaba del pasaje para salir de la estancia y sacó al espléndido corcel ante mí. Montó sobre él, y sin mirarme dijo: “veo que no llevas los pantalones, eso querrá decir que no quieres montar, ¿o me equivocó?...
Yo tan solo le miré y el alargó su mano para ayudarme... era tan excitante la situación... Notaba como las piernas de Sergio me aprisionaban en su calor y su tensión, notaba el calor del cuero suave entre mis muslos, traspasando mi ropa interior, notaba el pecho robusto en mi espalda, sentía la excitación de “Viento”, me quemaba el aliento de Sergio en el cuello... Todo era una batalla entre sentimientos, impulsos, pasiones, deseos... instintos, creo que tanto “Viento” como Sergio sabían en que situación me encontraba, sabían que aunque luchara contra ello, no podría evitarlo y ellos no querían que yo lo evitara, así que Sergio tomo las riendas y mis manos y se apoyo sobre la horquilla de la silla y mi vientre, haciendo mi cuerpo erectarse sobre su pecho arqueando un poco mi cintura para amoldar mi espalda a él... Cuando el animal comenzó su andadura para salir de allí. Me sentía tan excitada y deseada, que ya me daba igual se notara la piel erizada, mis piernas tensas rodear ese bello ser...
Y en tanto Sergio se notaba tan seguro, mi cuerpo necesitaba de él, deseaba que me tocara como hizo antes, con ternura, con sensualidad, necesitaba que ese aliento que notaba cada vez más cálido y hambriento pasara por cada rincón de mi cuerpo, pero parecía que le gustaba tenerme así, con mis manos sudosas, aferrándose a la horquilla de la silla, cuando me puso en las manos las riendas y me acarició las piernas, haciéndome temblar de escalofrío, un hervor que recorrió mi columna haciéndome buscar se boca con ansia, besándole, mordiendo sus labios mientras el metió sus manos bajo la blusa, acariciando mis caderas, mi vientre, sus manos tan fuertes y cálidas rodeando mis pechos, frotándolos, acariciándolos, excitándolos, sus dedos sobre mis pezones presionándolos, mi respiración cada vez más excitada, su boca que me ansiaba, me comía... ummmmmmmm... Dios su sexo, notaba su sexo, radiante entre sus pantalones, creciendo, presionando mis glúteos tensos, como él...
Una de sus manos bajó y sus dedos separaron mi braguita de mi pubis, para poder tocar mi sexo, entre mis gemidos al sentir sus dedos acariciar mi vello duro, raso, sonido estremecedor de sus suspiros en mi oído, sudor que recorría camino entre mis senos y en todo ese éxtasis una voz que me turbaba...
De fondo Sarah Brightman, "Arabian Nights", Viento en papel sepia, manos negras de carbón...
Mar Sánchez©
Excelente escritora. Siempre es bueno descubrir lo desconocido. Saludos.
ResponderEliminarGracias, creo que voy a regresar... Saludos
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